lunes, 11 de agosto de 2025

Gloria Martinez


El 30 de octubre de 1992, la vida de una familia alicantina quedó atrapada en una espiran de la que aún no ha salido. Gloria Martínez Ruiz, una adolescente de 17 años, desapareció sin explicación aparente del interior de una clínica psiquiátrica privada en la localidad alicantina de Alfaz del Pi. 

Lo que debía ser un breve ingreso para tratar su insomnio y su ansiedad se convirtió en un misterio sin resolver. Ni la justicia penal, que cerró el caso en el año 2000, ni las sucesivas investigaciones han logrado aclarar qué ocurrió en las escasas 24 horas que pasaron entre su ingreso y su desaparición. El caso sigue en manos de la Guardia Civil, pero la esperanza de hallar respuestas se diluye con el paso del tiempo.

Gloria era una joven con una vida activa y normal. Estudiante de COU, con buenas notas y en séptimo curso de piano en el Conservatorio de Alicante, había lidiado desde los 14 años con insomnio severo, episodios de nerviosismo, anorexia y algunos brotes psicóticos esporádicos. Pese a ello, sus padres la describían como una chica funcional, con rutinas estables, relaciones sociales y sin una enfermedad psiquiátrica grave. Fue precisamente su psiquiatra, María Victoria Soler -quien además era accionista del centro al que la envió- quien recomendó su ingreso en la clínica Torres de San Luis, una instalación privada de alto nivel económico, ubicada en el campo, con instalaciones que incluían piscina, jardines y zonas deportivas, y cuyo coste ascendía a un millón de pesetas mensuales. Gloria fue la única paciente que ingresó en ese momento. La clínica atravesaba graves problemas económicos y funcionaba a medio gas.

A pesar de las dudas de sus padres, que incluso pidieron permanecer con ella la primera noche, Gloria fue ingresada el 29 de octubre por la mañana. Su madre quiso quedarse, pero el centro lo prohibió alegando que «contravenía las normas de la casa». Pocas horas después, la joven sufrió una intensa crisis nerviosa. Fue atada a la cama de pies y manos y sedada con varias dosis de potentes fármacos: Haloperidol, Largactil y Sinogan. A media tarde, dejó por escrito un mensaje que hoy, tres décadas después, aún hiela la sangre: «Me da miedo pensar que estoy muriendo y la única luz está cerca de mí, Dios mío». Un análisis caligráfico concluyó que la letra era suya, pero temblorosa y distorsionada, probablemente escrita bajo los efectos de sedantes.

Durante la madrugada, sobre la 1:30, la enfermera Cristina Arguiano y la auxiliar Amparo Císcar -único personal presente aquella noche- afirmaron que la joven tuvo un nuevo brote de agitación. Decidieron desatarla para que pudiera ir al baño. En ese momento, según su versión, Gloria se les escapó. Saltó por la ventana de su habitación, desde un primer piso, y luego trepó un muro de dos metros de altura para huir hacia la oscuridad del campo, en una noche de luna nueva, sin luz. Estaba descalza, sin sus gafas -necesarias por su miopía de más de 8 dioptrías por ojo- y visiblemente alterada. No se avisó a la familia ni a la policía hasta las ocho de la mañana.

Desde el principio, la familia rechazó la versión oficial. ¿Cómo iba una adolescente recién sedada, sin calzado, con una discapacidad visual severa y sin experiencia en entornos rurales, a trepar un muro y desaparecer sin dejar rastro? ¿Por qué no se tomó ninguna medida de seguridad si la paciente mostraba signos de agitación? ¿Por qué una clínica de ese nivel contaba solo con dos trabajadoras para atender a una menor en crisis? Estas preguntas siguen sin respuesta.

La investigación arrancó tarde y ya condicionada por una narrativa que parecía escrita a la defensiva. Se organizaron batidas en los alrededores del centro: se rastrearon bosques, se drenaron pozos, se vaciaron fosas sépticas. Un testigo aseguró haber visto a una joven parecida a Gloria en una gasolinera aquella misma noche. Otro aseguró haber escuchado pasos. Ninguna de estas pistas prosperó. La desaparición de las niñas de Alcàsser, apenas dos semanas después, desvió el foco mediático y el caso cayó en el olvido para el público.

En 1994, con la clínica ya cerrada por problemas financieros, se llevó a cabo un registro completo del recinto. Fue entonces cuando se descubrió una bolsa con ropa interior y un cinturón de Gloria en la fosa séptica del complejo. La enfermera justificó que la joven se había orinado encima y tuvo que cambiarse. No había pruebas concluyentes, pero el hallazgo alimentó teorías de encubrimiento o negligencia grave.

En 1999, un testigo anónimo envió una carta al Ministerio del Interior asegurando que había visto cómo sacaban a la joven de una casa en la calle La Cruz de Tibi, propiedad de una de las trabajadoras de la clínica. La Guardia Civil investigó la pista, pero la descartó por falta de consistencia.

Judicialmente, el caso se archivó en el año 2000 al no encontrarse indicios suficientes de delito. La familia recurrió entonces a la vía civil. En 2008, la Audiencia Provincial de Alicante condenó a la psiquiatra María Victoria Soler y a la empresa gestora de la clínica, Zopito S.A.L., a indemnizar a los padres de Gloria con 60.000 euros por daños morales, cantidad que posteriormente se elevó a 104.000 euros. La sentencia reconoció la falta de personal cualificado, la negligencia en el control de la paciente y la ausencia de medidas de seguridad mínimas. El tribunal incluso afirmó que el sufrimiento de los padres fue mayor que si hubieran encontrado el cadáver de su hija

Nacho Segura 


domingo, 10 de agosto de 2025

Virginia y Manuela. Las desaparecidas en Aguilar del Campo


Hoy hablamos de la desaparición de dos adolescentes el 23 de Abril de 1992 sin que haya una sola pista fiable de su paradero. 

Son Virginia Guerrero y Manuela Torres, de catorce y trece años respectivamente.

Ese día, Virginia le pidió a su madre dinero, para según dijo, comprarle una tarta a una amiga que celebraba una fiesta de cumpleaños en su pueblo, Aguilar Campoo (Palencia). Pero no fueron a esa fiesta de cumpleaños. Engañaron a sus padres y decidieron irse a una discoteca de Reinosa, en Cantabria, a unos 30 kilómetros de su pueblo. Ambas jóvenes deciden coger un tren a las seis menos diez de la tarde, pero ninguna cámara de seguridad grabó cómo Virginia y Manuela suben al tren. Varios testigos las identificaron en una discoteca y en una zona de bares de Reinosa. A las ocho de la tarde, deciden volver a casa, caminan hasta la carretera comarcal. Virginia y Manuela decidieron regresar a Aguilar de Campoo haciendo autostop, algo muy frecuente entre los jóvenes españoles en aquel momento. 

La última persona que las vieron fue una vecina de Aguilar pasó por delante de ellas y las reconoció, pero no pudo recogerlas porque llevaba el coche lleno de gente. Hay algunos testigos que aseguraron entonces que las dos chicas se subieron a un coche blanco. Se investigó ese coche blanco, pero las pesquisas no dieron resultado. 

Las desapariciones en aquella época no tenían nada que ver como son tratadas ahora. En aquella época había que esperar 24 o 48 horas para comenzar a buscar a alguien, exactamente lo contrario de lo que ocurre hoy. Cuando las familias de Manuela y Virginia acudieron a la Guardia Civil se encontraron con respuestas del tipo "ya volverán cuando acaben la juerga" o "se habrán ido por ahí, ya regresarán". Hoy día, una desaparición como la de esas adolescentes sería considerada de alto riesgo desde el primer momento. 

Las primeras investigaciones de la Guardia Civil de Palencia descartaron que las desapariciones de ambas jóvenes tuviesen algo que ver con su vida personal, familiar. 

A las adolescentes se las buscó por muchos sitios, especialmente después de que su caso apareciese en el programa de Paco Lobatón "¿Quién sabe dónde?" Las familias de Virginia y Manuela aparecieron varias veces en el espacio y las llamadas se multiplicaron.  Aunque después fue opacado por el tristemente famoso Caso Alcasser

Las chicas habían sido vistas en Cádiz, Madrid, Asturias. Se hicieron gestiones intensas en Málaga y en Francia ya que el padre de Manuela vivía allí cuando su hija desapareció, pero no se encontró nada.

 Las investigaciones no llegaron a buen puerto porque no había cámaras en las carreteras ni en las calles, no había teléfonos móviles y una investigación se hacía con herramientas tradicionales. Algunas pistas que ofrecían la ciudadanía eran creíbles. 

Los hermanos de Virginia se desplazaron hasta Asturias para comprobar una llamada que situaba a las chicas allí. Había dos adolescentes que se habían fugado de sus casas pero no eran Virginia y Manuela. La Guardia Civil también buscó en clubes de alterne, por si hubiesen sido víctimas de una red de trata de seres humanos. En octubre de 1994 se produjo un sucesos que incrementó aún más el dolor de las familias. Cuatro personas que paseaban por el pantano de Requejeda, a unos 40 kilómetros de Aguilar de Campo, encontraron dos cráneos humanos. Un diario de la zona público sin contrastar que los restos podían pertenecer a las chicas de Aguilar de Campoo. 

Los primeros análisis descartaron esa posibilidad, pertenecían a dos mujeres de avanzada edad. En 1997 un joven okupa mantuvo la esperanza de esas familias ya que aseguró haber visto a las dos jóvenes en una comunidad punky en Madrid. Este testigo dio datos muy precisos de ambas jóvenes. La policía elaboró unos retratos robot con las indicaciones que había hecho el testigo. Se localizó a esas dos chicas pero, una vez más, no eran Virginia y Manuela, de las que ya no se volvió a tener una pista. 

El juzgado de Cervera de Pisuerga archivo el caso de manera provisional en el año 2000. 

Una vez más si hubiese un culpable de estas desapariciones, no se podría hacer nada contra él porque el caso habría prescrito. Las familias esperan que las dos chicas regresen algún día. 

Fuente: diario sur

viernes, 8 de agosto de 2025

Cristina Bergua

EDAD: 16 años

SEXO: femenino

FECHA DE DESAPARICIÓN: 9 de Marzo de 1997

LUGAR DE DESAPARICIÓN: Cornellá de Llobregat

Cristina Bergua, Pitu, era una joven de 16 años, venia de una familia modesta. El padre trabajaba en una empresa metalúrgica y la madre era ama de casa.

Cristina tenia un hermano mayor que ella, Germán.

Era estudiante de bachiller y estaba repitiendo segundo curso. Su sueño era ser azafata.

Cristina tenia un novio diez años mayor que ella, con el que lleva 3 años.


Para situarnos vamos a comenzar con lo ocurrido ese fin de semana.

El Sábado fue con sus amigas a una discoteca, donde conoció a un chico que le gusto, pero al que no dio el teléfono ni nada.

Despues fue a su casa y dejo una nota a sus padres diciendo que estaría en casa de Mireia.

Esa noche llego sobre la una y estuvo un rato hablando con su madre. Hablaron de su novio Javier, y su madre le insinuó que no le gustaba ya que la veía muy encerrada con el. Cristina le dio la razón y la tranquilizo, diciéndole que no iba a tener una relación seria con el y que estaba pensando en dejar la relación.

El Domingo por la mañana salio con su amiga Marta y después comió con sus padres. A estos les dijo que por la tarde saldría con sus amigas.

Sobre las 9 de la noche, al padre le empieza a extrañar que Cristina no haya vuelto, pero a las diez esa preocupación empieza a ser desesperación. Su hora máxima de llegada son las diez y Cristina es muy puntual. Nunca se retrasa y si lo hace siempre llama.

Pide a su mujer que por favor llame a las amigas y esta lo hace. Aquí se enteran que no ha quedado con ellas, sino que ha ido a casa de Javier roman, su novio.

Juan, cada vez mas nervioso, pregunta a Germán si sabe donde vive. Este le confirma que si y se ofrece a ir el a preguntar.

El hermano de Cristina fue al domicilio de este y según dijo su actitud fue muy defensiva, brazos cruzados, no le dejo entrar… Y lo mas raro, nada preocupado.

Solo le dijo que había dejado a Cristina en una carretera de Esplugues de Llobregat a las nueve de la noche. En la esquina donde viven sus tíos, con los que, según Javier, iba a cenar.

Cuando el hermano le comenta que le han dicho las amigas que quería romper con el, lo niega categóricamente. Dice que fue una tontería de días atrás, pero que estaban juntos y muy bien. La madre confirma su coartada.

La zona en la que dice que la dejo, es una zona muy concurrida, con muchos bares y una discoteca alternativa, llamada Vaticano, frecuentada por diferentes tribus urbanas.

Germán regresa a casa y les comenta a sus padres lo que ha hablado con el. La madre llama rápidamente a los tíos para saber si Cristina esta allí y estos le confirman que no esta, ni tampoco ha estado.

A las 11 de la noche, es la madre de Cristina la que acude a casa de Javier y este le repite lo mismo.

Así entramos en el Lunes diez por la mañana y la familia formaliza la denuncia. Ya habían ido a las 22:30, pero la policia les dijo que esperaran unas horas.

Una vez formalizada la denuncia comienza la investigación de la policía y paralelamente la búsqueda de la familia.

La familia pone carteles, hablan con gente, realizan búsquedas por diferentes zonas y acuden a varios programas de TV para pedir ayuda.

La policía habla con las amigas de Cristina y todas mantienen la misma versión:

Cristina, esa tarde iba a su novio y se refieren a el como una persona agresiva, celosa y confirman que han visto a Cristina con hematomas varias veces.

Ya con todo y después de hablar con Javier Román, La policía tiene claro que es su principal sospechoso y piden una orden de registro de su domicilio.

La casa de Javier Roman es una planta baja, con un patio de luces. En ese patio de luces hay un acceso directo al alcantarillado y también es registrado por la policía.

La desesperación aumenta ya que no encuentran nada y la jueza entonces declara el secreto de sumario.

El secreto de sumario es cuando ninguna de las partes puede contar como va la investigación.

Juan desesperado, va por las comisarias entregando la foto de su hija y preguntando si saben como va la investigación. En muchas de estas comisarias ni tan siquiera sabían de la desaparición, ya que antes no se pasaban esta información entre comisarias.

Entramos en Marzo de 1997 cuando llega una carta. Esta carta afirma que Cristina esta muerta y que la tiraron a un contendedor de basura. La basura de Cornellá iba al vertedero de Garraf. En este momento nadie busco pese a la petición de la familia.

Por este tiempo, en un programa llamado Cas Obert, de la televisión catalana, Javier Román quiso dar su versión, intentando varias veces desviar la atención hacia una desaparición voluntaria: que se habia ido a Andorra, que ha escapado por el padre, que se habia ido con otro chico...

Pero la realidad es que en casa no falta nada, solo llevaba las 1500 pesetas que le dio su madre.

Justo en esos días había dinero en casa ya que el hermano iba a dar la entrada para un piso. De ser así, lo hubiera cogido para escapar.

Pasan los meses y la familia contrata al investigador privado, Jorge Colomar. Su informe tampoco aporta nada nuevo.

Al pasar el primer año, por fin se da la orden de buscar en el vertedero del Garraf. Mover toda esa basura supone un trabajo de dos años, ya que hacia mitad del trabajo se paralizo la búsqueda porque nadie se quería hacer cargo de los gastos, ni la Generalitat, ni la empresa, ni ninguna institución.

Afortunadamente la jueza pidió a la empresa que reanudasen la búsqueda bajo su responsabilidad.

Al llegar a la basura de Marzo de 1997… no estaba. Estaba la de Febrero y la de Abril. La de Marzo nadie sabe donde esta.

Paralelamente a todo esto, la familia de Cristina se entera que la familia de Javier Román han vendido la segunda residencia que tenían y han utilizado el dinero para enviar a Javier a Santo Domingo, donde por cierto años después ha cumplido una condena de 9 años por trafico de cocaína.

La familia de Cristina creo una asociación junto a otra familia, Intersos. Dedicada a ayudar en casos de desapariciones y que hacen un gran trabajo.

Lo peor de este caso es que debido al tiempo trancurrrido, ha prescrito. Lo que quiere decir que si aparece el asesino, no podría ser juzgado.


Gloria Martinez

El 30 de octubre de 1992, la vida de una familia alicantina quedó atrapada en una espiran de la que aún no ha salido. Gloria Martínez Ruiz, ...